Una estación de tren, una escuela rural, un puñado de casas, casi todas abandonadas, y ningún habitante. Esa es la imagen de Nicolás Levalle: el pueblo que no es.
Sin embargo, allí también impactó la pandemia.
Es que en ese lugar habitan historias. Y para que no se olviden, un grupo de ex residentes se encarga desde hace años de mantener en pie y hacer más atractivo ese paraje de Villarino que tiempo atrás ató sus sueños de crecimiento a la explotación del salitral lindero.
Con proyectos e ideas, este grupo de amigos quiere ser puente entre el pasado y el futuro.
La cuarentena les impidió reunirse. Un obstáculo más en su quijotesca lucha para que Levalle recobre la vida, y no sea solo un refugio de recuerdos.
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